A recent and unfortunate example of how not to manage a nonprofit is in the news in Colombia, once more. A number of questions raised by the scandal of the Fundacion Interbolsa are not yet solved, and now we have another organization that pretending to serve children in need, proves that there is still a long way to go to make nonprofits work more effectively and with a stronger sense of self-regulation.

Fundacion Pisingos, an organization created in Bogota more than 40 years ago to assist single mothers and their babies as well as orphans, was penalized a few days ago by the government agency in charge of children and family welfare programs (ICBF), due to mismanagement and fraud. Investigations have shown that over the last 6 years Fundacion Pisingos was involved in a number of fraudulent movements, and even some employees have complained that their salaries have not been paid for almost a year. Investigations have just begun, but these initial findings are not quite pleasing.

Perhaps the degree of informality of nonprofits in a country like Colombia has become a sort of a temptation or distraction and, in a case like this, the original goal and mission of the organization ends up ugly betrayed. As sad as it is, we need to know and condemn more these cases to make sure that those to be held responsible do not get the wrong signals that they can get away with that. However, I would like to blog more about successful cases that are really conducive to what I think is the real purpose of the nonprofit ecosystem in a society: raise visibility of marginalized groups, raise their rights in the political arena in a democratic system and give them a voice of political participation, and economic inclusion through better opportunities. In the meantime, let´s make the most out of these “how-not-to” ‘case studies’.

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Un reciente y desafortunado ejemplo de cómo no hacer las cosas en el sector social ha llegado nuevamente a las noticias en Colombia. Aun las inquietudes generadas por el caso de la Fundación Interbolsa no están para nada resueltas, y ahora tenemos otro caso de una entidad que, con el pretexto de atender a población infantil necesitada, nos confirma que aún falta mucho para que las entidades no lucrativas entren a un marco de auto-regulación y realmente beneficien a las comunidades por las que dicen trabajar.

La Fundación Pisingos, una entidad de protección y adopción de menores establecida en Bogotá hace más de 40 años, fue sancionada hace pocos días por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar por malos manejos administrativos y desvío de fondos. Las investigaciones que han realizado las autoridades respectivas muestran que desde hace por lo menos 6 años se registraron fraudes de diverso tipo a la entidad, e incluso algunos empleados se quejan de no haber recibido oportunamente sus salarios por casi un año. Las investigaciones recién han empezado, pero estos hallazgos iniciales no son muy agradables.

Tal vez el grado de informalidad con el que se manejan las organizaciones no lucrativas en un país como Colombia es una tentación y una distracción para que en casos como este se desdibujen los fines originales de la organización, por favorecer algunos intereses privados. Aunque es triste, necesitamos conocer y denunciar más los casos como estos para que los culpables no se lleven las señales equivocadas. Sin embargo, me gustaría escribir más bien de casos exitosos que conduzcan realmente a lo que creo debe ser el objetivo del sector no lucrativo en una sociedad: crear visibilidad sobre grupos marginados, elevar sus derechos en la arena política de un sistema democrático y darles a dichos grupos una voz de participación política e inclusión económica a través de mejores oportunidades. Mientras tanto, tratemos de aprender lo que más se pueda de estas experiencias que no se deben repetir.